lunes, 9 de marzo de 2009

Tres sobrevivientes del CCD Club Atlético ratificaron haber visto a Liliana Fontana embarazada y a su pareja, Pedro Sandoval

La quinta audiencia de declaraciones testimoniales comenzó con demoras. El abogado defensor de Víctor Rei, Alejandro Macedo Rumi, volvió a hacerse notar llegando una hora cuarenta y cinco minutos tarde a la sala. “Tuve problemas con el móvil”, se excusó el letrado ante el tribunal, refiriéndose a su automóvil. La jueza, María del Carmen Roqueta, le llamó severamente la atención para que se presente en el horario establecido -recordemos que la semana pasada había amenazado con ir a las audiencias armado.

Ana María Careaga: “Paty estaba absolutamente feliz de estar embarazada”
La primera testigo del día fue Ana María Careaga, quien vio embarazada a Liliana Fontana, Paty, en “el Atlético”, y confirmó que Pedro Sandoval, Erico, también estuvo detenido allí.
“Fui secuestrada el 13 de junio de 1977 en Juan B. Justo y Corrientes de la Capital Federal. Estaba caminando, iba a un negocio, fue todo muy rápido, dos personas me agarraron y me metieron en la parte de atrás de un vehículo y me vendaron los ojos. Luego fui llevada al centro clandestino Club Atlético. Cuando me introdujeron al lugar, me sacaron todo y me desnudaron. Me quitaron mi nombre, pasé a llamarme por un código, K04, empezaron a torturarme con baldazos de agua fría”.
“Después me llevaron al ‘quirófano’, me torturaron con picana eléctrica, usaban un plástico para taparme la cara, me torturaron con picana en distintas partes del cuerpo, mientras tanto entraban distintas personas, yo lo único que quería era morirme, así estuve muchas horas, hasta que me dieron convulsiones”. Los represores del Atlético le decían cosas como “estás en un lugar donde nadie sabe”, o “nosotros tenemos el tiempo del mundo y te vamos a mantener viva”. La calma vino cuando trajeron un algodón embebido en éter y la durmieron.
Por entonces, Ana María tenía tan sólo 16 años y estaba embarazada de tres meses. No lo dijo porque quería proteger al bebé. De hecho, cuando la llevaron a la enfermería del CCD, ella contó que estaba embarazada y ahí nomás la volvieron a meter al “quirófano”. Luego un represor le dijo: “Por qué no me dijiste, hija de puta, ¿¡querés que te abra de piernas y te haga abortar!?”. Ana María pensó que no iba a poder tener a su bebé, el hambre además era “desesperante”.
Algunos días más tarde, cuando la encerraron en un “tubo” –una celda muy pequeña–, Ana María sintió por primera vez que el bebé se movía. “Ya no estaba sola, para mí fue un privilegio estar embarazada en esas circunstancias, yo hablaba mentalmente con mi hijita, podía dialogar con alguien, a los detenidos no nos dejaban hablar y estábamos tabicados, con los ojos vendados”.
“Me habían puesto ‘Piojo’ porque era la más detenida más chica. Hasta entonces pensaba que era la única embarazada, pero un día escuché a uno de los guardias que gritó ‘dale más comida a Piojo y a Paty’. Ahí supe que no era la única. Había un cocinero también que lo hicieron bajar y cuando nos vio en la fila a las embarazadas dijo ‘voy a traer vitaminas para estas chicas’. A partir de eso, a veces, me empezaron a dar leche y huevo”.
Según Ana María, Paty estaba destabicada y era usada como mano de obra esclava en el campo de concentración. Hacía trabajo de limpieza, repartía comida y hacía pasar al baño al resto de los detenidos. Más de una vez la pudo ver por debajo de su venda. En cierta ocasión, le ordenaron a Paty que sacara a Piojo a pasear por el pasillo y mientras caminaban del brazo los represores les dijeron socarronamente: “¿Están mirando vidrieras para comprarle ropa a sus bebés?”. Ese día, Ana María vio a Paty, rubia, ojos claros y con una panza “de cinco meses”. “Estaba absolutamente feliz de estar embarazada”.
Ana María recordó que a Liliana y a Pedro venían a interrogarlos personas de afuera de ese CCD. “No supe quiénes igual”, aclaró. El 30 de septiembre de 1977, Ana María fue liberada. “Me llevaron a una habitación donde había varias personas. Me dijeron que no mire pero yo miré por debajo de la venda… La imagen que tengo es la de un campo de concentración nazi, personas harapientas, peladas, maltratadas, huesudas”.
Ya en libertad, Ana María fue con su mamá, Esther Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, a hacerse ver por el médico y constatar que su embarazo estaba bien. Posteriormente, Esther fue a la Plaza de Mayo y volvió con una larga lista de nombres y apodos. “así empezamos a reconstruir todo”, relató Ana María, quien al poco tiempo se exilió en Suecia, donde el 12 de diciembre nació su hija. Esther no llegó a conocer a su nieta. Tres días antes fue secuestrada junto a otra madre y las monjas francesas en la Iglesia Santa Cruz.
En democracia, Ana María reconocería en un semanario a Liliana y Pedro y confirmaría que eran Paty y Erico.

Delia Barrera: “Erico siempre cantaba una zamba”
A continuación, fue el turno de Delia Barrera y Ferrando, otra ex detenida del Atlético, secuestrada el 5 de agosto de 1977. Su esposo, Hugo Alberto Scutari (quien continúa desaparecido), había sido detenido horas antes en el barrio de Caballito.
A Delia la renombraron como “H26”. “Fui conducida a ‘la leonera’, me vienen a buscar y me empiezan a golpear, después entra ‘Kung Fu’ (N. de la R.: Juan Carlos Falcón, torturador y secuestrador de la PFA), considera que no es lo suficientemente fuerte y me empieza a golpear él. Después me sometieron a la picana eléctrica, en la cara, en la boca, en los genitales, para que diera nombres, mientras yo escuchaba cómo torturaban a mi marido justo al lado y le hacían gritar ‘heil Hitler’”.
Delia contó que Hugo, a quien los represores llamaron “H23”, cuando pasaba por el pasillo, ella lo sentía toser. “Entonces yo tosía y así sabíamos que estábamos juntos”. Así se despidieron cuando lo trasladaron a él.
“A Paty la conocí porque ella podía estar destabicada. Escuché también cuando le ordenaron a Paty sacar a pasear a Piojo (Ana María Careaga). Después, a Erico siempre lo escuchaba cantar una zamba tucumana. Solamente pude despedirme de Paty cuando me liberaron, ella me deseó suerte, me dio un beso y pude sentir su panza que tendría unos siete meses”. Con respecto al tema de las embarazadas, Delia recordó que una vez fue al Atlético Guillermo “Pajarito” Suárez Mason y que un guardia le preguntó qué hacían con una detenida embarazada. “Llevala a la (maternidad) Sardá”, le respondió Suárez Mason.
Delia evocó a otros siniestros represores del CCD: Doctor K, Poca Vida, Colores, Zapatilla Negra el Violador, el Turco Julián… Este último, precisamente, la torturó con el submarino, hundiéndole la cabeza largo rato en el agua, y la tuvo toda una noche de pie en el baño, sin permitirle mover un dedo. Por su parte, Zapatilla Negra el Violador –quién aún hoy no ha podido ser identificado–, fue el encargado de informar a Delia que sería liberada. “Me sentó en una silla, me preguntó el nombre de mi primer esposo, en ese momento entró Kung Fu, y Zapatilla Negra me dijo que me iban a dar la libertad. A la noche me llevaron al sector del baño, me dieron un vestido, me destabicaron, me quitaron las cadenas de los pies, y luego vino Zapatilla Negra, me dijo que lo tome del brazo y me llevaron al domicilio de mi mamá”.

D'Agostino: “Ella se identificó con su nombre, Liliana Clelia Fontana”
El último testigo en declarar, antes de un cuarto intermedio, fue Miguel D'Agostino, quien estuvo 91 días detenido en el Club Atlético. Tenía 18 años y cursaba el sexto año en una escuela técnica que dependía de la empresa estatal de energía Segba. Era el delegado de su división y había estado a cargo del centro de estudiantes.
“Ni bien llegué me bajaron a un sótano, ‘vos no sos Miguel D'Agostino me dijo el Turco Julián, y me golpeaba, a patada limpia, con cadenas… Él me enseñó que desde entonces me llamaría ‘K35’. Luego me llevaron al ‘quirófano’, donde estaba la picana, me interrogaron Doctor K, Colores, El Alemán, hasta entrada bien la mañana”.
Al salir de la tortura, siempre con ojos vendados, a D'Agostino le dieron unas prendas, le colocaron los grilletes en los pies y lo condujeron a ‘la leonera’. “Ahí me tiraron al piso, cerraron la puerta y percibí la respiración de otras personas. Al rato me di cuenta que había una mujer, muy angustiada, llorando, traté de calmarla un poco, pero ella no paraba de llorar porque en ese momento estaban torturando a su pareja. Al día siguiente, los guardias pidieron que nos identificáramos y ella lo hizo con su nombre, Liliana Clelia Fontana. La golpearon hasta que se identificó como K34. Su compañero, que ya había vuelto de los tormentos, se identificó como K33”.
Un par de días más tarde, a D'Agostino le asignaron un “tubo”. El 18 de julio, aproximadamente, introdujeron en la celda a otro muchacho, Juan Marcos Herman. “Había sido traído de Bariloche en un avión particular. Durante un mes compartimos la celda con él. Cada tanto, estos criminales hacían supervisiones, pasaban golpeando las puertas y había que decir nuestras letras y números y a algunos les hacían decir sus apodos y cargos de militancia”.
D'Agostino explicó que Pedro Sandoval, Erico, al igual que Liliana, se ocupaba de las tareas de limpieza y de guiar a los detenidos al baño. Recordó que en septiembre del 77 llevaron a todos a las duchas para raparlos. Erico le cortó el pelo a D'Agostino. Tuvieron un diálogo mínimo, pues no se podía hablar, y Erico, destabicado, le dijo a D'Agostino que sus heridas de tortura estaban cicatrizando.
D'Agostino aclaró que cuando declaró para la CONADEP es probable que haya disociado a Liliana Clelia Fontana y a Pedro Sandoval de “Paty” y “Erico”. Sin embargo, poco después, en junio de 1984, cuando encontró un relato de la mamá de Liliana, Clelia “Chela” Deharbe de Fontana, en una revista, le “cayeron” las fichas: “Vi las fotos y reconocí que Paty no era otra que Liliana Clelia Fontana, la mujer que estaba angustiada llorando, me quedó el nombre nada más, Clelia, porque fue la primera vez en mi vida que lo escuché”. D'Agostino fue liberado del Atlético el 1° de octubre del 77. Lo dejaron junto a otros detenidos, pasada la medianoche, en la puerta del Hospital Borda, en el barrio de Constitución.
En su declaración, D'Agostino sostuvo que al momento de dejar el CCD, Paty estaba embarazada de siete meses. Añadió que en el lapso en que estuvo secuestrado en el Atlético, las dos embarazadas del lugar eran Piojo y Paty y que a la primera, Ana María Careaga, la conoció luego del proceso de liberación y recién entonces pudieron verse las caras. Recordó también que Delia Barrera y Ferrando, la sobreviviente que lo antecedió en su declaración, pasó su cumpleaños adentro del CCD y que él le tocó el feliz cumpleaños con golpecitos en la pared, ya que ella estaba en el “tubo” vecino al suyo.
Los testimonios de Careaga, Barrera y D'Agostino fueron seguidos con atención y emoción por una sala llena. Alejandro Sandoval Fontana, ubicado en el sector correspondiente al público de la querella y la fiscalía, fue uno de los presentes. Cerquita nomás, se pudo a ver a María Eugenia Sampallo Barragán, la primera nieta recuperada que se presentó como querellante en un juicio contra sus apropiadores y contra quien la entregó, el capitán retirado Enrique José Berthier.

Tejerina: “Se presentó como el comandante de gendarmería Víctor Rei”
Entre octubre de 1978 y enero del año siguiente, Jorge Tejerina estuvo detenido en la Prisión Militar de Campo de Mayo. Empresario, de 74 años, Tejerina recordó su secuestro junto a otros diez financistas del Banco de Hurlingham, otrora propiedad del grupo Graiber, supuestamente vinculado con Montoneros. Señaló que lo interrogaron por escrito, recién 15 días después de la detención, y que se le preguntó, por ejemplo, “¿por qué tenía un haras?”, a lo que Tejerina respondió, por escrito también, “porque siempre me gustaron los caballos”.
El testigo pudo reconocer a Rei en una foto más o menos contemporánea a su secuestro, y lo describió con bastante precisión: “Alto, robusto, secote”. El asunto sobre el cual se explayó Tejerina, es decir la participación de Rei en un operativo ilegal, será ampliado el próximo lunes con el testimonio de Marcelo Chavanne, otro socio del Banco de Hurlingham, secuestrado al mismo tiempo que Tejerina. Cuando Tejerina recooció a Rei en una foto, afuera de micrófono el acusado le exclamó al testigo: “¡Vos no me viste nunca!”. El abogado de la querella, Luciano Hazan, le solicitó a la jueza María del Carmen Roqueta que tal exclamación fuera de lugar, conste en actas.
A posteriori fue el turno de Olga Gamba, vecina de la familia Rei desde 1976 en el barrio de Hurlingham. Gamba relató cómo vio por primera vez a la esposa de Rei con Alejandro. “La encontré en la calle, estaba feliz, ella tenía un problema de tiroides, que en aquella época no era tan común, no la había visto embarazada y la vi en la panadería con un bebé, ‘lo adopté’, me dijo, y a mí me pareció bien e incluso la felicité”.
El último testimonio del día fue del coronel (R) Horacio Pantaleón Ballester, presidente el Centro de Militares por la Democracia Argentina (CEMIDA), quien explicó un poco la articulación entre Ejército y Gendarmería en tiempos de dictadura. “Desde que se creó hasta 1983, Gendarmería dependía del Ejército, tenía una relación de subordinación absoluta con el Ejército”.
Ballester remarcó los principales supuestos estratégicos de la dictadura, como el del “enemigo interior”, y manifestó que todos los servicios de inteligencia –el de Gendarmería incluido– operaban bajo esa hipótesis, quitando sustancia a lo declarado por Rei, quien en su indagatoria se esforzó por mostrar que prácticamente no había participado sino de misiones relativas a hipótesis de conflicto con otros países (Chile, Brasil, Paraguay). Ballester también aportó su ojo experto para analizar en la sala el legajo personal de Rei. “Las ‘comisiones’ no pueden ser consideradas según hipótesis de conflicto exterior”, concluyó.

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