viernes, 13 de marzo de 2009

Los testimonios de un ex médico militar y de uno de los secuestrados del Banco de Hurlingham complican todavía más al ex gendarme Rei

“Cualquiera puede hacer un certificado (de nacimiento)… Lo firma uno, después se rompe y lo firma otro”, declaró Horacio Schiavo, jefe de Maternidad del Hospital Militar Central en tiempos de dictadura.
El propio Schiavo puso como ejemplo que a su hija la anotó primero en Paraguay, donde nació, y dos años más tarde en la Argentina sin aclarar que ya estaba inscripta en el país vecino. En este punto, el testimonio de Schiavo fue interrumpido por el abogado de la defensa, Alejandro Macedo Rumi, quien esgrimió el artículo 18 de la Constitución Nacional, según el cual nadie puede declarar contra sí mismo.
Previamente, Schiavo dijo no creer que Julio César Cáceres Monié, médico firmante de la partida de Alejandro Sandoval Fontana, haya atendido ningún parto. Schiavo señaló que durante el último régimen militar también se desempeñó un lapso -cerca de un año- en el Hospital de Campo de Mayo.
Schiavo no aportó muchas precisiones y sí algunas confusiones, como cuando expresó que trabajó en el “Hospital Astiz” (sic) en lugar de Hospital Actis, lo cual le dio pie al letrado de ultraderecha Macedo Rumi a preguntarle, no sin humor, si no se trataría del “Hospital Acosta”.
Antes de Schiavo declaró Rubén Sanzol, quien hacia 1978 era jefe de Pediatría del Hospital Militar Central. Sanzol afirmó que si bien un médico cardiólogo, como Cáceres Monié, podía participar de un parto en el caso de que la paciente requiriera atención especializada, es improbable que el especialista firmara la partida. “El que recibe al niño es el que firma”, aclaró.
Previamente, testimoniaron ante el Tribunal Oral Federal N° 6 tres mujeres que fueron mamás en el Hospital Militar Central a principios de abril del 78: Nélida Guerache, Rosa Elvira Sánchez y Adriana Graciela de Vivondoa. Las tres testigos describieron la mecánica del establecimiento y ciertos detalles administrativos -como el cobro de la pensión prenatal- que tienen que ver con el objeto procesal de la causa contra Rei. Rosa Sánchez, quien dio a luz el 5 de abril, recordó que mientras estuvo internada en una de las habitaciones destinadas a los suboficiales, donde entraban cuatro pacientes, a una de las parturientas que compartía el cuarto con ella le llegó un gran ramo de flores de parte del general Viola.
El último y más profuso testimonio de la jornada fue el de Marcelo Chavanne, quien relató su detención por parte de personal del 1er Cuerpo de Ejército. “Un mes antes habían secuestrado a mi hermano, Juan Claudio, y a la que luego fue su mujer, por entonces su secretaria. Me empecé a mover, fui al primer cuerpo, y la última vez que fui me atendió el coronel Roualdes. A los dos días de ese encuentro, en un procedimiento cinematográfico, tres o cuatro camionetas, entraron cinco hombres con fusiles, y me vinieron a buscar D’Alessandri y Gatica. ‘La orden de detención emana del comandante jefe del primer cuerpo’, me dijeron, es decir Suárez Mason”.
“Cuando me llevaron a la planta baja me encontré con Jorge Tejerina, que también lo habían detenido, y nos llevaron al primer cuerpo, donde nos tuvieron hasta la noche cuando el mayor Guastavino (N. de la R.: Raúl Guglielminetti) nos llevó hasta la Prisión Militar de Campo de Mayo. Supuestamente nos detuvieron por 18 millones de dólares que habían desaparecido del Banco de Hurlingham”.
Según Chavanne, Rei, a quien reconoció en fotografías de más joven, “era el malo de la película”. “Usted se va a enterar quién soy yo”, le dijo Rei a Chavanne a poco de arrancar un interrogatorio en la prisión militar. “Y usted se va a enterar quién soy yo”, le respondió Chavanne. “Pasaron 30 años y a él lo están acusando con defensa, en un juzgado, y nosotros no tuvimos esa oportunidad”.
Chavanne manifestó que Cáceres Monié ingresaba a los calabozos de los presos y hacía preguntas. También indicó que a su llegada a Campo de Mayo pudo saber que allí mismo había “tres o cuatro personas, todos testigos de Jehová, detenidas, en la misma situación que nosotros”. Nueve de los once detenidos por el affaire del Banco de Hurlingham fueron liberados el 17 de enero de 1978, salvo el abogado Rodríguez Saravia y su hermano, Juan Claudio, quien permaneció detenido un año más.

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